jueves, 17 de noviembre de 2022

Tercera Transcripción

  17/11/2022  

    Ya no me encuentro en La Rioja. Hoy a la madrugada salí escondido en el baúl de un auto. Estoy viendo la forma de irme del País. 

    Cuando volví de trabajar, encontré en las paredes de mi casa escritas con sangre: "Infiel" en algunas partes y en otras "hereje". 

    Estos últimos textos los transcribí con el celular. Son las últimas hojas. Probablemente haya errores. Pero esto debe saberse, antes que lo eliminen.

***

Hojas 11 - 30

    Al otro día le llevé agua limpia de cántaro. Lo desaté y bebió. Le pregunté nuevamente quién era. 

    - Soy lo mismo que usted. – me dijo. 

    Se describía como hijo de una deidad pagana. Una especie de mesías de los salvajes. Le conté que no habíamos encontrado la cueva y me contestó que los ojos solo ven lo que están preparados para ver. Lo miré escéptico, pero al mismo tiempo dudoso por las situaciones recientes. Le ofrecí más agua y no quiso. 

    Me estaba por ir del corral, cuando dijo: 

    - La mujer de cabellos negros estaba embarazada cuando murió. Ella está contigo cada vez que acaricias la tela que te dio. 

    Esperábamos un hijo en secreto con Carola Balcarce cuando enfermó de viruela. Nadie supo que murió embarazada y que en la agonía me dio un pañuelo bordado con su nombre. Son muchas leguas de distancias con España y no existía posibilidad natural de que ese viejo salvaje supiese el secreto que marchitó mi alma. Mi escepticismo desapareció y desde ese día mi vida cambió para siempre.

    Desde el momento que develó mi secreto íntimo, todas las tardes al finalizar la jornada, me acercaba a conversar con el Chamán ¿Cómo describir lo que aprendí en esas semanas sin parecer un desquiciado? A riesgo de quedar como un loco delirante, debo contar que me enseñó conocimientos que la razón no es capaz de comprender con palabras. Con una rama, el Chaman dibujaba en la tierra símbolos cuyo significados fueron cambiando mi forma huera[1] de ver el mundo, la naturaleza, al ser humano y a mí mismo. En esas semanas aprendí, por ejemplo, a viajar a lugares imposibles. Me vi de nuevo niño, en mi casa de Logroño con mi madre. Y con mi padre cazando somormujos en el Pantano de La Grajera. Vi el día de mi muerte y hablé con el espíritu de Carola. Me enseñó que las plantas curan todas las enfermedades. Que el momento para sembrar o crear, es el tiempo que transcurre desde el amanecer hasta que el sol llega al punto vertical máximo y no produce sobras. Lo que se haga después del mediodía, tendrá errores y no será fecundo. Porque todo rige en un patrón de dualidades. Lo mejor de nosotros se logra en la plenitud de la luz y no en la decadencia de oscuridad. Valoramos el día porque existe la noche, la bondad porque existe la maldad y la vida porque existe la muerte. Nunca imaginé que ignoraba tanto. Cada vez que experimentaba una de sus enseñanzas, me causaban sensaciones que me trasladaban a otra realidad. 

    Explicaba a través de fábulas. La última tarde que hablé con él, miró hacia las montañas donde ya se ocultaba el sol y relató esta historia: 

"Antes, cuando la oscuridad era eterna, infinita e inmensa, este suelo se enamoró de la Luna y extendió sus manos formando las montañas para acariciarla. 

El Sol, celoso no se resignó a perderla. Desde el primer amanecer castigó insensiblemente a este suelo enamorado. Agrietó su piel, lo debilitó y torturó hasta dejar expuestos y desparramados sus huesos de piedra. Sin embargo no pudo matarlo, porque justo al atardecer cuando la brisa fresca alivia el dolor, el suelo saca del cerro su daga de sombras y hiere con vehemencia al astro, quien cae mortalmente derrotado. Así comienza un ritual, un festejo bestial. El suelo danza entre colores y pinta el cielo con la sangre del contendiente agonizante. Sin piedad, devora lentamente el cuerpo hasta apagarlo, escondiendo la carne brillante desgarrada en lo profundo del Famatina. 

Exhausto, el suelo yace en la oscuridad. Con sus brazos extendidos invita a su amada a acostarse en un Valle Blanco. La luna, testigua de la batalla, se entrega sumisa en el silencio de la noche. El suelo, con lujurioso desenfreno, la toma con sus manos ásperas y la hace suya hasta el amanecer." 

    Cuando escuché Famatina de la boca del Chamán, me contuve para no interrumpir el relato del Chamán. Pero apenas terminó, raudamente le pregunté si conocía donde estaba ubicado aquel lugar. 

      Comenzó a dibujar en la tierra una suerte de mapa y dijo: 

    - Es donde la luna se desnuda y deja su piel[2], para ser amada en el Valle Blanco[3]. Es el altar del templo de la Sangre Seca[4], donde la naturaleza desmiembra al sol y guarda su carne[5]. Si quieres llegar hasta el Famatina, tendrás que partir desde el espejo de la tierra[6], donde nacen los vientos. Caminar en dirección hacia donde mira Llastay[7]. Y después, trepar por el velo de Yacurmana[8]. 

    Le pedí que me explicara cada una de esas referencias. Y continuó relatando la misma leyenda: 

"Del amor entre este suelo y la luna, nació una niña alegre, juguetona y saltarina. Era libre y con su paso daba de beber a la naturaleza sedienta de Chuquis[9]. Cuando los Diaguitas fuimos creados, quisimos esclavizarla con cadenas de cauce y guiar su libertad entre surcos. Creyéndonos Dioses, estrujamos sus dones y quebrantamos su voluntad. Con el maltrato y el intento de dominio solo logramos agotarla. 

La niña triste, corrió y se escondió en las inalcanzables alturas del cerro, en las entrañas oscuras de la montaña. La usencia de la niña hizo que las plantas se secaran y los guanacos se murieran. La cabeza de Llastay lloró vientos en el silencio hostil del desierto.

El Diaguita arrepentido entristeció y con una huancara[10] cantó sus tristezas a las estrellas: 

 Bendita agua, madre de vida, 

Acaríciame serenamente en la mañana. 

Sana las grietas de mi huerto. 

Devuelve el sonido alegre de los animales

y quédate con nosotros para siempre. 


Pachamama[11], al oír el clamor hecho vidala, se apiadó. Y con el viento danzó hacia el cerro donde dormía la Niña. El silbido del zonda y la danza de los remolinos la despertaron. Curiosa brotó de la oscuridad. De un salto bajó de la montaña y se enredó en la alegría del Diaguita, que rendido a sus pies, ofrendó sus semillas y la llamó: Yacurmana. Cuando el Sol es impiadoso, la Niña baja del cerro jugando entre piedras y repica melodías de fertilidad. Los Diaguitas coronamos su paso entre nubes de harina aromadas con flores. La niña ya no es niña, es una princesa, una bella mujer princesa llamada Chaya[12]. 

    Ramírez de Velasco fundó por error La Nueva Rioja al pie de un cordón montañoso rocoso, creyendo que se trataba del Famatina. Este era el principal objetivo que perseguía la inversión de Blas Ponce. Se decía que el Famatina era una de las fuentes de oro de los Incas. La cantidad y pureza que ahí se encontraba era incalculable. Parte de los esclavos que maloqueabamos, iban a tener como destino explotar aquel yacimiento que todavía no había sido encontrado. Hasta ahora, que el Chamán me había revelado la ruta para llegar hasta aquella quimera. 

***

    Sospecho que el Jesuita sabía que el Chamán era una amenaza para el proceso de evangelización. Por eso volvió a La Rioja para informar a los otros sacerdotes sobre este hereje. Debían tomar una decisión rápida. 

    Sabiendo cual era el final del Chamán, intenté convencerlo para que se escapara cuando todos durmieran. Le prometí que lo ayudaría. Pero se negó. También le propuse hacerlo mi propio esclavo. Cuidaría de él y nada malo le pasaría. Me miró con ternura, sonrió y dijo: 

    - Podría llamar a los Dioses, y si lo pidiera, todos los que han venido sería sacrificados en el altar del Sol. Pero mi cuerpo tiene que morir, tiene que ser entregado como acto de amor. Mi muerte hará que un día no haya más diferencias entre nosotros y ustedes. Todos somos una sola alma y es una verdad que tú estás listo para entender, por eso te he elegido. No la olvides, porque ésta y todas las verdades que ya conoces, morirán con el último de mi clase y quedarán ocultas para siempre. 

    Continuó diciendo que la riqueza que buscábamos no estaba en el Famatina, ni en la tierra desde la que veníamos. Lo que me había enseñado eran conocimientos escritos en el templo de la Sangre Seca. Ese era el verdadero tesoro de este lugar y él me lo había develado. 

    - Cuando mi cuerpo se eleve, las estrellas destruirán las paredes del templo y borrarán lo que tú ya sabes. Debo decirte también, que en tu corazón germinará la semilla de la justicia. Tu hijo[13] heredará tu misma vehemencia y valentía, tendrá ojos de cielo y cabellera de nube. Será él quien luchará por la unión entre ustedes y nosotros. Dará su vida de manera violenta. Y como Llastay, su cabeza quedará en el poste de la memoria eterna. Ni ustedes, ni nosotros estaremos cuando esto suceda. 

    Después de escuchar y ver estos sucesos, comencé a llorar desconsoladamente por mi Hijo muerto. 

 *** 

    Al otro día llego el Jesuita con dos soldados. Traía en sus manos la orden y las instrucciones de como ejecutar al Chamán. Si hubiese sido otro salvaje, cualquiera del campamento lo podría pasar a degüello. Pero en este caso, debía ser puesto mirando al sur y quemado vivo en un lugar lejano al campamento. Rogué que no lo mataran. Pero era una decisión divina y urgente. De intentar impedirlo, yo correría la misma suerte que el condenado. 

    Lo querían ejecutar en el mismo lugar donde había sido encontrado y me pidieron que los acompañara. No quise que profanaran aquella loma sagrada. En lugar de seguir por el oeste del cerro Udpinango, hice que tomaran por el este, hacia la zona de El Barreal. 

    Ya alejados de Aimogasta, ataron al Chamán a una brea y lo rodearon de leña. Cuando encendieron la fogata, me miró y señaló con sus ojos una enorme roca al pie del cerro. Miré con atención y distinguí que la piedra tenía forma de cabeza humana mirando al oeste. Era Llastay señalando hacia donde estaba ubicado el Famatina. 

    Una ráfaga de viento avivó las llamas y el Chamán murió. El Jesuita nos hizo jurar a los presentes, que guardaríamos en secreto, lo que ahí sucedió. Luces como faroles brillantes bajaron del firmamento. Asustados, nos escondimos detrás de un jarillal y desde ahí observábamos la mágica elevación del alma del Chamán. Cuando el fuego se apagó, las luces se elevaron como aves y desaparecieron.

***

       Cuando volví a Aimogasta, empaqué mis cosas y volví a La Rioja. Le indiqué a Blas Ponce como llegar al Famatina, con la condición de que si lo encontraban, me debía pagar el favor con hacienda, una esclava y las doscientas mil varas de tierra pactadas antes de mí venida desde España. Nunca le conté como lo había descubierto su ubicación.

        Lo encontraron. Los exploradores cruzaron el cerro por la quebrada de Chuquis, donde efectivamente se encontraba la Diosa Yacurmana. Es una cascada que nace de vertientes que se juntan en la cima de la montaña y cae por un peñasco hasta un asentamiento de indígenas anterior a la civilización Diaguita, llamados: Aguada. 

     Me contaron que el Famatina es un enorme cerro nevado. Y que cerca de ahí, encontraron raros paisajes. Más al oeste, había un enorme cañón con formaciones naturales de piedra y tierra colorada. Altos paredones que parecían haber sido rapados y alisados. También encontraron un mar seco, de tierra blanca que brilla en las noches de luna llena.

        Desde hace veinte años vivo Malanzán[14]. Tuve siete hijos libres con una de las doce esclavas que encontré en la cueva. Nunca más he vuelto a maloquear, ni a esclavizar a nadie. Pido a mis hijos y nietos, que guarden celosamente este escrito y que nunca revelen la verdad que les he enseñado. 


     Victorino Peñaloza 


[1] Antigua expresión sinónimo de frívolo. 

[2] Hace referencia a la cima nevada del Famatina. Foto en anexo N°4 

[3] Ischigualasto o Valle de la Luna, San Juan. 

[4] Cañón de Talampaya, La Rioja. 

[5] Definitivamente hace referencia al oro del Famatina. 

[6] El Barreal, Departamento, Arauco. La Rioja. Argentina. 

[7] Señor de la Peña. Antiguamente se lo conocía como Dios Diaguita protector de las aves y animales de los cerros. 

[8] Divinidad Diaguita, Diosa del Agua. 

[9] Localidad del Departamento de Castro Barros. La Rioja. Argentina. 

[10] Caja. Tambor plano. 

[11] Diosa madre del universo, mundo, tiempo y lugar. 

[12] Diosa del rocío y las cosechas.

[13] Hace referencia al caudillo Ángel Vicente “El Chacho” Peñaloza, chozno del autor.}

[14] Localidad del Departamento Juan Facundo Quiroga, La Rioja. Argentina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El madrugador de siestas

     Qué vida ingrata la del obrero que en las siestas de febrero, debe escapar de su pieza que parece un horno. Con sus sueños a cuesta, sa...