lunes, 22 de julio de 2019

Ladrones de cuentos

- Papá, ¿Me vas a leer el cuento?
- Si Hija, ya voy.

No se que cosas profanas al amor me distrajeron y demoraron. Pasaron varios minutos cuando recordé que me habían encomendado una lectura.

A Ella le encanta que le lea antes de dormir. Monta sobre corceles alados y cabalga en su imaginación. Ella me concede la oportunidad de ser padre y yo, yo siento que somos felices.

Llegué a su pieza, María ya dormía. La vi en la cama sin poder hacer nada. Ya se había embarcado sola en un sueño de niña. Y quedé ahí parado solo, como viajero que llegó tarde a su embarque, y desde el muelle, mira como el barco se pierde en el horizonte.

Ya no podía hacer nada. Despertarla sería cometer una crueldad ridícula para apaciguar la culpa. Además, nada tendría sentido.

Debo marcharme derrotado. El tiempo y cosas sin importancia le robaron un cuento a mi Hija. Dejaron rastros en la conciencia; un agrio remordimiento por haber perdido un momento feliz de mi vida.

El madrugador de siestas

     Qué vida ingrata la del obrero que en las siestas de febrero, debe escapar de su pieza que parece un horno. Con sus sueños a cuesta, sa...