sábado, 12 de febrero de 2022

La Niña Princesa

Cuando la primera luz dio inicio al tiempo, iluminó en esta tierra a una niña solitaria, juguetona y saltarina. Que libre andaba y con su paso daba de beber a la naturaleza sedienta de Chuquis.

Un día llegó el hombre y con sus cadenas de soberbia quiso esclavizarla, encauzar y guiar su libertad entre surcos. Creyéndose Dios, estrujó sus dones y quebrantó su voluntad. La maltrató y en el intento de dominio solo logró agotarla.

La niña triste, corrió en un otoño y se escondió en las inalcanzables alturas del cerro, en las entrañas oscuras de la montaña para no volver.

La tierra se volvió arena, los huesos minerales hechos piedra florecieron, las plantas se secaron y los animales murieron. La naturaleza lloró vientos en el silencio hostil del desierto. 

El hombre arrepentido entristeció y con una caja cantó sus tristezas a la luna, al sol y las estrellas, derramando sus lágrimas en esta tierra seca. En su canto decía:


Bendita agua, madre de vida

Acariciame serenamente en la mañana

Sana las grietas de mi huerto

Devuelve el sonido alegre de los animales

Y quédate con nosotros para siempre 


La Pachamama, al oír el clamor hecho coplas y vidalas, se apiadó. Y con el viento danzó hacia el cerro donde dormía la Niña. El silbido del zonda y la danza de los remolinos la despertaron. Curiosa brotó de la oscuridad y de un salto bajó al pueblo. Allí se enredó en la alegría del hombre, quien rendido a sus pies, ofrendó sus semillas y la llamó: Yacurmana. 

Todos los años en Febrero, la Niña baja del cerro jugando entre piedras y repicando melodías de fertilidad. Mientras el hombre corona su paso entre nubes de harina aromadas con albahaca, la declara princesa, bella princesa Chaya.

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