viernes, 22 de noviembre de 2019

Carta desde el pasado para mi Hija

Hola María. Acá es 8 de Agosto de 2019. No sé qué día y año es ahí ahora. Cuando leas esto, yo estaré aquí en el pasado. Ahí, quizás ya sea invisible.  

En mi imaginación te veo en el futuro como una mujer a la que necesitaría contarle lo bello y hermosa que eres acá en este momento, en el pasado. Lo feliz que me haces con tu existencia.

En unos días cumplirás siete años. Todos los días te digo te amo sin pudor e intento fundirme para siempre contigo en cada abrazo que te doy.  

lunes, 22 de julio de 2019

Ladrones de cuentos

- Papá, ¿Me vas a leer el cuento?
- Si Hija, ya voy.

No se que cosas profanas al amor me distrajeron y demoraron. Pasaron varios minutos cuando recordé que me habían encomendado una lectura.

A Ella le encanta que le lea antes de dormir. Monta sobre corceles alados y cabalga en su imaginación. Ella me concede la oportunidad de ser padre y yo, yo siento que somos felices.

Llegué a su pieza, María ya dormía. La vi en la cama sin poder hacer nada. Ya se había embarcado sola en un sueño de niña. Y quedé ahí parado solo, como viajero que llegó tarde a su embarque, y desde el muelle, mira como el barco se pierde en el horizonte.

Ya no podía hacer nada. Despertarla sería cometer una crueldad ridícula para apaciguar la culpa. Además, nada tendría sentido.

Debo marcharme derrotado. El tiempo y cosas sin importancia le robaron un cuento a mi Hija. Dejaron rastros en la conciencia; un agrio remordimiento por haber perdido un momento feliz de mi vida.

viernes, 22 de febrero de 2019

Detrás de esa reja


Ahí afuera está quien quiero ser. Ahí afuera están mis sueños, mis anhelos mas profundo. Llegué acá adentro solo. Nadie me trajo. Un día desperté siendo el asesino de mis fantasías de niño, desperté siendo quien mató el ser anhelado.

Estoy encerrado en la persona que no quiero ser. Esa es mi condena. Estoy pagando el delito de haber dejado de soñar, el delito de no haber luchado para ser quien debí ser. El delito de no ser mejor.

Pero no soy cobarde. Voy a pagar cada segundo de la condena. Tengo la valentía y la fuerza suficiente para despojarme de las culpas, con golpes y gotas de sudor. Porque me sobra corazón y voluntad.

Porque se que la única forma de escapar de esta cárcel será superándome, despojándome de la escoria, volar libre y ser quien quiero ser.

El Escribidor

El madrugador de siestas

     Qué vida ingrata la del obrero que en las siestas de febrero, debe escapar de su pieza que parece un horno. Con sus sueños a cuesta, sa...