martes, 1 de mayo de 2012

La muerte digna del Capitán

- Ya es hora Capitán.
- ¿Qué hora es Soldado?.
- Las dos y cuarto.
- Muy bien, llegó el momento. Ataquemos.

    El capitán hizo cuenta regresiva con sus dedos y de un salto salieron de la trinchera disparando con sus ametralladoras. Quedaban ellos dos solos en un estrecho campo de batalla, contra un numeroso pelotón enemigo que se escondía a pocos metros entre unas raras estructuras de colores. Era una tarde de otoño soleada. El marco alegre para la guerra declarada entre dos bandos que anteriormente habían sido amigos.
    Los disparos rozaban los uniformes del Capitán y de su único Soldado sobreviviente. La balacera los superó y tuvieron que refugiarse nuevamente detrás de unos troncos. 

- Por acá soldado, escóndase acá! - Ordenó el Capitán.
- Debemos rendirnos. Ellos son mas. - 
- ¡Ni loco!. Llegaremos hasta el final. Dígame que hora es.
- Las dos y cuarto.
- Cuídeme la retaguardia, atacaré por detrás de aquellos arbustos. Si no regreso, pida refuerzos. Que manden tanques y aviones. 
- Voy yo Valentín.- Dijo el Soldado que conocía a su Capitán y era capaz de entregar su vida para proteger a su amigo. 
- No Santiago.- Respondió raudamente el Capitán. - Hoy me toca ser el héroe en esta batalla. Para eso soy tu Jefe. Tú quédate acá y espera mi señal. 

    El soldado quedó sin palabras y aceptó resignadamente la orden. Eran vecinos y amigos de toda la vida. Se querían como hermanos. 

    El Capitán salió del escondite y comenzó a disparar a mansalva. Corría por la arena gritando con la vehemencia digna de un patriota que está por entregar su vida con honor. 

    Según las crónicas del enemigo, fueron quince disparos los que impactaron en el cuerpo del héroe. Pero Valentín, no había sentido ninguna de las balas y todavía estaba de pie intentando luchar. Discutía con los militares enemigos que ya lo encañonaban inmóvil. Le pidieron que se tire al suelo, que acepte su derrota y muera dignamente. 
    Cuando el Soldado llegó hasta el cuerpo de su Capitán, ya agonizaba enojado por la amarga derrota. Para el camarada del difunto, solo fueron dos los disparos que efectivamente dieron en el blanco. Los otros disparos formaban parte un relato exagerado, propio del vencedor para exaltar su triunfo. Ambos fueron tomados prisioneros por dos mercenarios enemigos, que en sus uniformes bordados los nombraban como: Bautista y Leandro. El fin de la guerra había comenzado.

- ¿A que hora fue?
- A las dos y cuarto, dijo Santiago.

    Agonizante y con la mirada fija en el horizonte, el Capitán divisó la figura de una mujer que apareció en campo santo y venía hacia El. Cuando la reconoció, comenzó a llorar. Era su Madre. Sabía que su final había llegado y ella lo había venido a buscar para marcharse juntos. El ocaso y los últimos cantos de pájaros del día, pusieron el marco inolvidable de una tarde que entristeció a todos los testigos de aquella escena. Militares propios y contrarios hicieron silencio de luto. Ellos también sabían que mas temprano que tarde, correrían la misma suerte.

- Valentín, vamos que ya es tarde.
- Oooh...maaami!.
- El próximo fin de semana podes venir de nuevo a la plaza.
- Uuh...pero todavía es de día.
- Es tarde. Mañana tenés que ir al jardín.
- Pero si recién son las dos y cuarto.

    La mujer sonrió. Sabía que el soldado Santiago era el único que tenía reloj, pero todavía no sabía la hora porque recién era iba sala de cuatro.



El Escribidor




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La muerte digna del Capitán por Jorge Antonio Cabrera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.
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2 comentarios:

  1. ...escondidos entre unas raras estructuras de colores. El marco alegre para la guerra declarada entre dos bandos que anteriormente habían sido amigos.

    Fantastico! Un deleite leer sus escribiciones señor escribidor.

    Saludos!

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  2. Muchas gracias querido Negro Python!

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